Cómo las emociones desencadenan tu procrastinación
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La palabra prohibida para cualquier persona con ganas de cumplir algún objetivo o reto: la procrastinación.
Todos hemos procrastinado en algún momento de nuestra vida…siempre habrá alguna tarea desagradable que no queramos hacer.
Pero si eres un procrastinador crónico, las cosas se complican.
Porque para una persona que, de vez en cuando procrastina, un simple llamado de atención puede servir.
Pero para una persona que procrastina muy seguido, nada sirve, porque no sabe cómo salir de este círculo vicioso:
Tengo alguna tarea que debo cumplir ➡️ Procrastino ➡️ Me siento culpable y tengo emociones negativas ➡️ Sigo procrastinando.
Pero desde hace algunos años, la ciencia va detrás del monstruo y nos asegura que sí hay una luz al final del túnel, pero no con los consejos típicos que escuchamos en internet, sino con tus emociones: si aprendes a lidiar con ellas, estarás del otro lado.
Evidentemente es más fácil decirlo que hacerlo.
Por eso, hoy te traigo un consejo útil que te puede ayudar en este largo camino a la caza del monstruo de la procrastinación.
La mente del mono
En el budismo hay una idea muy interesante que ilustra el estado mental del procrastinador: la mente del mono.
Y se refiere al hecho que
muchas veces nuestra mente está dominada por un mono interior que lo único que busca es distraerse, sentirse cómodo y que, básicamente, quiere evitar el dolor.
Todos lo tenemos.
En psicología, la mente del mono se llama gratificación instantánea. Es la decisión que tomas cuando quieres evitar alguna emoción desagradable cuando estás haciendo una tarea, para ir corriendo hacia otra y sentirte mejor.
Pasa cuando, en vez de buscar más información sobre un tema y profundizar tus conocimientos, prefieres ver videos de cachorros en YouTube.
O imagina una historia paralela, dónde el Principito, en vez de deshollinar sus volcanes, lo dejaría para después. Con la obvia consecuencia que las erupciones de los volcanes acabarían con su planeta diminuto.
Este es el acto más básico de la procrastinación, y cuando eres un procrastinador crónico, intentas sistemáticamente reparar tus emociones negativas tratando de sentirte bien a como dé lugar.
Y esa es una de las razones más elementales del por qué procrastinamos:
Creamos una sensación de bienestar ficticia al no enfrentar lo incómodo o el sufrimiento que puede estar detrás de una actividad.
Maneja tus emociones
Según la psicología, las emociones son un detonante muy importante para la procrastinación. Y es por eso que debes estar atento particularmente a estas tres:
1. La ansiedad y el estrés
Cuando una acción o proyecto te angustia, prefieres huir de la situación y tratar de sentirte bien. Si lo ves así es algo de lo más normal. Pero si lo ves desde la perspectiva de tus objetivos y proyectos, no es lo más razonable.
2. El miedo al fracaso
Cuando tienes miedo a fracasar, por lo general es porque no confías lo suficiente en tí mismo y tus habilidades. En este caso, en vez de poner en juego tu autoestima, prefieres hacer actividades sin importancia, y así evitas equivocarte o cometer errores.
3. El perfeccionismo
Cuando tus estándares de calidad son muy altos y poco realistas, tiendes a procrastinar porque crees que puedes hacerlo mejor. Pero con la obvia consecuencia que no cumples tus objetivos a tiempo. La procrastinación y el perfeccionismo se alimentan el uno al otro.
Todas estas emociones nos impiden planificar nuestras tareas y acciones, autocontrolarnos y monitorearnos.
Que, como adivinarás, son habilidades muy importantes para nuestra productividad, porque sin ellas respondemos sólo a las demandas del momento y eso no nos permite avanzar con una orientación clara.
Por eso es tan importante aprender a autorregular tus emociones y estados de ánimo. Eso se llama inteligencia emocional, que es la capacidad de direccionar tus emociones para que guíen tu comportamiento.
Es el camino más directo para lidiar con la procrastinación.
Una técnica que te puede ayudar
Una estrategia simple para evitar esa tendencia que tenemos de huir de lo negativo, es observar nuestras emociones o pensamientos y quedarse parado.
Así de simple.
No moverse, saber que estás frente a un sentimiento desagradable pero que si quieres avanzar en tus objetivos o proyectos debes ir más allá de esos sentimientos negativos.
Y para hacerlo práctico, puede ser útil una Intención de Implementación (la fórmula es: Si X entonces Y):
Si me siento mal y quiero huir de una tarea ENTONCES me voy a quedar parado y seguir con ella a pesar de estos sentimientos negativos.
Dentro de todo este embrollo de la procrastinación, es muy importante que estés consciente de las emociones que dirigen tus acciones.
Y si, lo sé, las emociones son algo muy fuerte y difícil de controlar, pero estoy seguro que con una intención de implementación lo puedes hacer.
Y sobre todo, debes armarte de una convicción fuerte de que a pesar de los altibajos, podrás ser más sistemático en tus esfuerzos y lograr tus objetivos.
Así que no desmayes, ¡el final del túnel está cerca!