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APRENDER A APRENDER

Aprende con los demás

Andrés Nieto

25 Julio 2019

Por lo general, pensamos que para aprender necesitamos estar solos y memorizar información como robots.

Pero estamos equivocados si creemos que para aprender podemos encerrarnos en un cuarto, leer libros, ver videos y salir expertos en algún tema. Para aprender necesitamos interactuar con otras personas y no solamente como un pasatiempo, sino como una parte fundamental del aprendizaje.

Las ideas a las que nos tiene acostumbrados la educación formal…

 

La educación formal, ya sea escuela, colegio o universidad, nos ha acostumbrado a pensar que aprender es una actividad individual. En la mayor parte de los casos, si no en todos, medimos si alguien sabe o no un tema de forma individual. Se usan exámenes, ensayos o presentaciones que la mayor parte del tiempo se hacen individualmente. Y si no las hacemos individualmente, nuestra nota es individual.

La disposición misma de un aula de clase, con pupitres individuales que evitan interacciones entre los estudiantes, nos llevan inconscientemente a pensar que aprender es un acto solitario.

Y no sólo eso, sino que además estamos en una suerte de competición con nuestros compañeros, amigos, por una mejor nota o simplemente por pasar el año.

Esta imagen del aprendizaje está íntimamente ligada a la psicología cognitiva de mediados del siglo 20, que básicamente nos dice (un resumen muy caricatural) que el aprendizaje es una tarea pasiva e individual, dónde los estudiantes ingieren información casi automáticamente y además lo hacen solos en su cuarto.

Pero aprender tiene también otro significado

 

Pero esta imagen tan realista de la educación no puede estar más alejada de la realidad, porque aprender no es solamente una actividad individual sino también una actividad colectiva que requiere de nuestra interacción y participación en grupos de personas.

Imagina un escenario donde conversas con tus colegas/amigos, intercambias información y consejos y además resuelves problemas con todos ellos. Creo que esta imagen es un ideal para todos, y es así como debería funcionar.

Las comunidades de práctica

 

Y la verdad es que esta imagen de intercambiar información entre personas y ser parte de un grupo con gente que comparta nuestros intereses y pasiones no es algo nuevo. Ha existido desde que el hombre comenzó a recorrer la Tierra y se reunía alrededor de un fuego por las noches para contar historias, pero también para intercambiar información, técnicas de caza y recolección de frutos.

En la antigua Roma, las “corporaciones” de herreros, albañiles y otros artesanos se reunían para adorar a los mismos dioses y celebrar fiestas juntos, pero también para entrenar aprendices y difundir innovaciones en su ámbito.

En la Edad Media, las guildas jugaban un rol muy similar y en el siglo 21 las comunidades de práctica siguen existiendo de una forma u otra, adaptándose a las nuevas tecnologías de la información y comunicación (redes sociales, encuentros personales).

Y aquí encontramos una contradicción entre la forma en la que normalmente aprendemos y esta necesidad humana de interacción en grupos de gente alrededor de una actividad. Y entonces te preguntarás,

 

¿Por qué es tan importante tener ese contacto con otras personas, aprender y trabajar con otros?

Aprender es Hacer

 

La primera razón por la que es tan importante interactuar con los demás es que cuando aprendemos algo no sólo estamos memorizando información de un libro, estamos aprendiendo a “hacer” algo en el mundo real. Y cuando digo hacer algo, me refiero a las innumerables actividades que hacemos a lo largo de nuestra vida: hablar, caminar, contar, trabajar, ver televisión, todo básicamente.

Cuando hacemos alguna actividad profesional, como por ejemplo ser médico cirujano o docente universitario, necesitamos de algo más que solo haber leído libros o visto videos en YouTube. La actividad que queramos realizar en el mundo, puede ser tan importante que, por ejemplo, no dejaríamos que nuestro mejor amigo nos haga una cirugía luego de haberse leído 3 libros de medicina general y haber seguido un curso online.

Operar en un cuerpo humano, como otras muchas actividades que se realizan a diario, son actividades complejas que no están en libros u otros medios, ni son tan fáciles de hacer como nos dicen algunos “gurus” del internet.

Y es que, al hacer este tipo de actividades, necesitas de algo más que el conocimiento muerto de un libro, porque la mayor parte de las actividades necesitan un gran componente de acción e invención.

Por ejemplo, para operar un cerebro humano, el neurocirujano necesita revisar el historial del paciente, monitorear signos vitales, mirar el estado de los tejidos, hacer incisiones, sacar conclusiones y posiblemente hacer un plan de acción que se adapte a las circunstancias cambiantes del paciente.

Además, para ser un experto, en cualquier ámbito, no basta con leer, y resolver problemas específicos, necesitamos interactuar con otras personas que practiquen el mismo oficio.

Cuando conversamos con un colega, un amigo que trabaja en el mismo ámbito, podemos compartir historias, anécdotas, trucos del oficio que sólo la experiencia nos puede dar.

Esa interacción es tan importante que, por ejemplo, un neurocirujano, utilizando el ejemplo anterior, viaja distancias muy largas para operar con un colega y así mejorar su práctica.

 

El conocimiento no es tan obvio como se ve en los libros.

Una segunda razón por la cual necesitamos de interacción social tiene que ver con el conocimiento y la naturaleza del conocimiento. Muchos compartimos la creencia que para saber necesitamos leer o aprenderlo de un libro.

Pienso que esta idea se ha naturalizado más de lo que quisiéramos, sólo basta con ver cómo funciona la educación formal (colegio, universidad) para darse cuenta de esto: para aprender a ser profesor una de las actividades más comunes en las aulas de clase es leer.

Pero según una teoría psicológica muy interesante, la cognición situada, el conocimiento no se encuentra solamente en libros, sino que es también un conocimiento tácito, escondido a la formalidad y generalizaciones de un libro.

Y esto lo podemos ver cuando observamos cómo hace un experto, en cualquier ámbito, nos damos cuenta que no solamente aplica conocimiento muerto, sino que tiene la capacidad de analizar sistemáticamente una situación y adaptar sus conocimientos para resolver ese problema del momento.

Porque, imagínate, esos problemas, tan específicos y contextuales, difícilmente los vas a poder encontrar en un libro o video. Es como que, en tu libro de texto de arquitectura, pondrían un ejemplo tan específico y tan bizarro que no sabríamos ni siquiera de qué está hablando por tener tan poca información contextual.

Además, para transmitir esa información, esa experiencia, utilizamos medios que tú no dirías que son los comunes para aprender (no son libros, videos o explicaciones en un pizarrón): son historias o conversaciones informales. Esta forma de transmitir conocimiento se hace sobre todo dentro de una relación más humana, social y se expresa, por ejemplo, en la relación entre el maestro y el aprendiz.

En la interacción de estas dos personas, podemos escuchar historias de cómo una vez el ingeniero logró resolver un problema complicadísimo gracias a cierta habilidad escondida que él había adquirido. O tal vez podamos escuchar la explicación de una catástrofe con la que tuvo que lidiar nuestro neurocirujano al momento de operarle a un paciente.

Un ejemplo estudiado por antropólogos es el de los técnicos de las fotocopiadoras. Cuando siguen al grupo de técnicos, cuando resuelven problemas, cuando se reúnen a tomar un café, ven que las historias juegan un rol importantísimo para transmitir conocimiento entre ellos. Juegan también un rol importante para iniciar a técnicos más jóvenes y de cierta forma para ser importante entre ellos. Con las historias pueden enseñar y aprender nuevos métodos para solucionar problemas o informar sobre fallas recurrentes.

Pero lo que es más importante, es que para conocer a fondo cualquier actividad necesitamos de este tipo de interacción que dé, no solamente información general y abstracta, sino detalles escondidos, historias increíbles para solucionar un problema en nuestro ámbito. Al final de cuentas, aprendemos más cuando vemos por 10 minutos cómo hace un carpintero para armar una puerta, que leyendo un libro de 1000 páginas sobre el mismo tema.

El conocimiento colectivo

Y, por último, tal vez pienses que es una obviedad, pero es importante recordarlo: el conocimiento, el que está en la página de Wikipedia, por ejemplo, es un producto de las conversaciones, debates, confrontación de ideas entre muchas personas alrededor del mundo, y es que el conocimiento no es individual sino social.

Para explicarlo más en detalle, recuerda cuando aprendiste que la Tierra es redonda. Estuviste en clases sentado y tu profesora te explicó con un dibujo la forma que tiene la Tierra. Obviamente que fuiste solo tú el que adquirió esa información, estabas sentad@ en el aula y te impactó la imagen y hasta ahora la recuerdas.

Pero ese conocimiento, el hecho de que sepamos que la Tierra es redonda, no es una caja negra de información que cayó del cielo. Es una acumulación de cientos de años de conocimiento científico, mediciones astronómicas, modelos matemáticos, entre otros. Para saber ahora que la Tierra es redonda, fueron necesarias muchas personas que hicieron posible ese descubrimiento.

Tenemos además la idea que los científicos trabajan solos. Y esa es una visión totalmente equivocada. Para que alguna teoría física sea aceptada, por ejemplo, se necesita o más bien, pasa siempre por el filtro de las comunidades científicas, que debaten, refutan o aceptan las ideas de una teoría. Se enfrascan a veces en debates sin fin o confrontaciones de ideas que a veces parecen ser irreconciliables.

Imagina qué sería de Jonás, un científico aislado, que pasa la mayor parte del tiempo solo, no discute con nadie sobre sus ideas, nadie le da una retroalimentación sobre su trabajo. Al final de cuentas Jonás confunde la realidad con la ficción, no sabe dónde comienza la verdad y dónde la ilusión. Esto es algo que se ha visto a veces en el mundo científico, y obviamente este tipo de personas no llegan muy lejos con sus ideas.

En suma, el punto más importante a tener en cuenta es que el conocimiento no es una cosa que puede moverse o guardarse como un mueble en tu habitación. El conocimiento es una acción, un proceso dinámico que necesita de habilidad, comprensión y sobre todo de interacción con personas, sea quien sea, para que no quedarse solo y aislado.


Por eso, recuerda siempre que para aprender necesitas conversar, observar, imitar cómo lo hacen otras personas en tu ámbito, porque aprender significa también estar en comunidad.


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